Textos de orientación

Cuerpo de la imagen y cuerpo hablante

Miquel Bassols




Cuerpo de la imagen y cuerpo hablante

 

Es en el cuerpo imaginario donde las palabras de la lengua hacen entrar las representaciones, que nos constituyen un mundo ilusorio con el modelo de la unidad del cuerpo.[1]

No hay cuerpo para un sujeto antes de que la imagen especular le haya ofrecido una unidad, haya dado consistencia imaginaria a la experiencia propioceptiva de su organismo, siempre desmembrada. La clínica del autismo y de las psicosis nos enseñan las dificultades para construir esta “unidad del cuerpo” que aparece en muchos fenómenos como precaria, a la merced de lo real del cuerpo despedazado.


Por otro lado, no hay imagen unitaria posible del mundo antes de que el cuerpo se haya constituido como tal unidad a partir de una experiencia que sucede siempre anclada en el registro de lo simbólico, como una experiencia de lenguaje.


Estas dos cuestiones, que pueden muy bien antecederse la una a la otra en un aparente círculo vicioso, nos vienen planteadas por la cita que henos escogido de Jacques-Alain Miller en su presentación del tema del próximo Congreso de la AMP. Tienen su lugar en el anudamiento mismo de lo real, de lo imaginario y de lo simbólico, en la construcción de lo que llamamos un cuerpo. Hablamos con frecuencia de los “acontecimientos de cuerpo” en la clínica. Hay que señalar que el cuerpo es, él mismo, un acontecimiento en este anudamiento, un acontecimiento distinto a las funciones aislables en un organismo. Conviene interrogar desde ahí los términos en juego en la cita.


                                                                                                             I


¿Qué es el cuerpo imaginario? No se trata sólo de la imagen especular del cuerpo, de su representación imaginaria tomada como Gestalt, como imagen perceptiva en la que se fundan los fenómenos vinculados a la identificación llamada homeomórfica, hecha de simetrías y reversiones. Se trata también y sobre todo de la experiencia de tener un cuerpo como unidad en el que se localiza una satisfacción pulsional, una experiencia de un goce. De hecho, el famoso “Estadio del espejo”, en el que Lacan distingue esta experiencia de las formas imaginarias de identificación, es la primera forma en su enseñanza de situar una experiencia de goce en el cuerpo tomado como Uno, en ese “jubiloso ajetreo”, de “experiencia lúdica”, cuando la imagen especular es “asumida jubilosamente por el ser sumido todavía en la impotencia motriz”[2] . El cuerpo imaginario es así un modo de nombrar este momento inaugural de inyección de goce en el cuerpo.


En este momento de inflexión crucial, no sólo la imagen ofrece al cuerpo una unidad desde el exterior. Aún es preciso que la imagen misma tome cuerpo en esta unidad localizando la experiencia pulsional de goce. Lo que, por otra parte, parcializará de otra forma esa frágil unidad. Así, la imagen del cuerpo es sincrónica de lo que podemos llamar, siguiendo la expresión del poeta José Lezama Lima, el cuerpo de la imagen. La imagen no se reduce aquí a la Gestalt que en el mundo animal tiene la sola función de captación imaginaria. La imagen cobra en el registro simbólico del lenguaje una función significante y producirá a partir de entonces resonancias semánticas en el cuerpo, en el cuerpo de la imagen habitado por la pulsión siempre parcial.


El poeta aborda este reino de la imagen del siguiente modo: “El sonido del agua unifica las imágenes, la imagen del cuerpo y el cuerpo de la imagen coinciden en la unidad del espejo. La imagen en el río y la imagen en el espejo, el espejo reemplazando al río, pero seguimos como fantasmas errantes tras la unidad de la imagen.”[3] El sonido del agua ya no es aquí un simple ruido, es un sonido que produce resonancias semánticas en el cuerpo, como lo hará lalengua en sus resonancias más singulares para cada ser hablante, más allá de su significación y del significado inducido por las relaciones entre sus significantes. En este anudamiento, el significante “se sitúa al nivel de la substancia gozante”[4] . La lengua objeto de la lingüística se transforma aquí en lalengua definida por la substancia gozante vehiculada por el significante, una substancia que toca lo real del cuerpo. Lo real de lalengua da así cuerpo a la imagen que a partir de entonces constituye ese mundo ilusorio, esa unidad siempre vacilante que llamamos mundo, incluso universo, según el modelo de la unidad del cuerpo aprehendida en el espejo.


Es este un primer modo de abordar el anudamiento entre los tres registros: lo real de lalengua “hace entrar las representaciones” de lo simbólico, del significante como substancia gozante, en lo imaginario de la unidad corporal.


                                                                                                           II


El cuerpo de la imagen se convierte así en un cuerpo hablante. Pero ¿qué es propiamente un cuerpo hablante?


Lo que hace humano a un cuerpo es, en efecto, que sea un cuerpo hablante. El término “hablante” no funciona aquí como un adjetivo que complementaría a un sustantivo ya definido de antemano, el cuerpo, calificándolo con la propiedad añadida del hecho de hablar. El error habitual de la psicología es pensar que el habla es una función cognitiva del cuerpo, una conducta aprendida, aunque fuera sostenida de manera innata en una estructura profunda del organismo (cf. Chomsky y el generativismo). No hay tal cosa. Ni el habla ni el lenguaje son reducibles a funciones cognitivas porque esas funciones, entendidas como funciones orgánicas, dependen ya de entrada de la relación previa del sujeto con el significante, con la estructura del lenguaje que lo antecede, como cuerpo y como ser que habla. De hecho una lengua no se aprende, se contagia a partir de una experiencia de goce que toca al cuerpo de la imagen.


“Hablante” funciona así en la expresión “el cuerpo hablante” como un participio activo o de presente, equivalente en algunos casos al gerundio. No se trata de que haya un ser previo al que añadimos la propiedad de hablar. Es que, como señala Lacan en diversas ocasiones, ese ser sólo es ser en la medida en que habla. Del mismo modo, debemos decir también que ese ser sólo llega a tener un cuerpo en la medida en que habla, en la medida que es hablante o hablado[5] .


Hasta tal punto el cuerpo hablante es un misterio, hasta tal punto resulta extraño, que el habla misma ha terminado por substantivar este participio para hacerlo equivaler al sujeto específico de la lingüística: el hablante. El hablante es sin embargo una abstracción que nada tiene que ver con la extrañeza de lo que llamamos “el cuerpo hablante”. Mejor sería partir aquí de la premisa heideggeriana, aunque sea para corregirla después: es el habla misma la que habla, la que habla en un cuerpo que no es del orden del ser sino del tener. No se llega tampoco a tener un cuerpo hablante a través de un aprendizaje ni por un proceso evolutivo sino a través de una experiencia en la que está implicado el goce, la satisfacción de la pulsión. El significante que determina la relación del sujeto con el habla, con lalengua, es de nuevo aquí substancia gozante que toma cuerpo también en las imágenes del mundo, leídas a partir de entonces con el cuerpo de la imagen. El sujeto lee las imágenes de su “mundo ilusorio” con las letras que han escrito en su cuerpo las diversas y sucesivas experiencias de goce. El imperio de las imágenes es entonces el imperio de los significantes que toman cuerpo para cada sujeto en la letra de su experiencia de goce.


                                                                                                           III


Es distinto decir que hay un cuerpo hablante y decir que hay un cuerpo que habla. ¿Podemos sostener realmente que un cuerpo habla, podemos afirmar que es el cuerpo el que habla? Parece una certeza reservada sólo a algunos sujetos que han experimentado la estructura del lenguaje como una revelación, siempre a través de una experiencia de goce. Citemos de nuevo aquí a Ramon Llull, para quien en pleno siglo XIV el habla se le apareció como un sexto sentido, comparable a los cinco clásicos, a partir de una experiencia de revelación de la estructura del lenguaje. Curiosamente, unos siglos después, alguien como Kurt Gödel pudo afirmar lo mismo desde otra perspectiva: “Suponemos que alguien posea un sexto sentido [el lenguaje] que solo le da algunas percepciones de los otros sentidos…”[6] Con las consecuencias que son conocidas, tanto en la ruptura que supuso en su propia experiencia subjetiva como en la historia de la lógica. Lo que esta experiencia percibe como un sexto sentido en el cuerpo es en realidad la aparición en lo real del significante bajo la forma del cuerpo de la imagen.


De hecho, hay que llegar a las consecuencias clínicas y lógicas de este punto para captar la extrañeza de lo real del cuerpo hablante, ese misterio que Lacan igualó al misterio del inconsciente[7] . Y es que nadie sabe en realidad muy bien qué hace que el cuerpo humano sea un cuerpo hablante. Las neurociencias intentan en vano localizarlo como una propiedad en el organismo, en tal o cual zona cerebral. La genética intenta reducirlo a la información de un código que depende ya en realidad del Otro del lenguaje para que revele un sentido, un sentido por otra parte que no puede ser reducido finalmente a código alguno.  


El cuerpo hablante se nos aparece ya como un cuerpo hablado, entre el misterio del inconsciente y la evidencia del cuerpo de la imagen, en todas las variedades de la clínica actual.


Es lo que deberemos investigar en nuestro trabajo hacia el próximo Congreso de la AMP.


Bassols -Cuerpo de la imagen y cuerpo hablante.pdf


NOTAS


 [1] Jacques-Alain Miller, “El inconsciente y el cuerpo hablante”, publicado online en la Web de la AMP, http://wapol.org/es,
[2] Jacques Lacan, “El estadio del espejo como formador de la función del Yo”, Escritos, Ed. Siglo XXI, México, p 86.
[3] José Lezama Lima, “El reino de la imagen”, Biblioteca Ayacucho, Caracas 1981, p 535.
[4] Jacques Lacan, Le Séminaire XX, Encore, p. 26: “Je dirai que le signifiant se situe au niveau de la substance jouissante.”
[5] “Lacan, cuando utiliza el término ser hablante y parlêtre no deja nunca de decir que sólo tiene ser por el hecho de hablar.” Jacques-Alain Miller, Curso “L’Un tout seul”, 16/03/2011, inédito.
[6] Ver al respecto nuestro breve texto, “Ramon Llull, Kurt Gödel: el sexto sentido”, en Tu Yo no es tuyo, Ed. Tres Haches, Buenos Aires 2011, p. Error: Reference source not found,
[7] “Le réel, dirai-je, c'est le mystère du corps parlant, c'est le mystère de l'inconscient.” Jacques Lacan, Le Séminaire XX, Encore, Ed. du Seuil, Paris, p. 118.


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